Kantai Kessen, la batalla decisiva que jamás llegó para los japoneses

Un día como hoy de 1944 comenzaba la batalla decisiva en el mar de Filipinas que ganaría la guerra, o eso creían los almirantes japoneses, porque su doctrina llamada "Kantai Kessen" (艦隊決戦) se basaba en una batalla naval final y decisiva que finalizaría la guerra

Seguían esa doctrina desde su éxito en 1905 durante la Batalla de Tsushima en la que vencieron a la más numerosa y teóricamente potente flota imperial rusa con una flota acotada pero altamente entrenada (mencioné esta batalla aquí), pero ¿Era adecuada para el escenario de la Segunda Guerra Mundial?

Luego de Tsushima la armada japonesa había adoptado la doctrina "Taikan Kyohosyugi", armas grandes, barcos grandes, porque era lo que había dado resultado. Bajo esta doctrina el Kantai Kessen se basaba en darle un golpe tan duro y definitivo a su rival que éste optara por negociar la paz. Se estimaba que un país como los EEUU perdería confianza en su gente y ésta pediría por el fin de la guerra.

Desde el punto de vista japonés los débiles norteamericanos no estaban preparados para la guerra y un golpe semejante los haría temblar y alejarse del campo de batalla y, así entonces, allanarles el camino para toda Asia.

Hay que tener en cuenta que para el inicio de las hostilidades los EEUU tenían una política totalmente aislacionista en la que no intervenían en nada. El Reino Unido clamaba desesperadamente por una intervención en Europa pero el congreso de los EEUU no quería tener nada que ver en otro conflicto a la distancia.

Si Japón hubiese omitido Pearl Harbour y hubiese dedicado todos su esfuerzo bélico en Malasia e Indonesia probablemente la guerra hubiese sido otra, pero no fue así, el almirantazgo japonés se decidió por el Kantai Kessen en Pearl Harbour.

La historia demostró que no les fue muy bien porque el Taikan Kyohosyugi estaba cambiando. Todavía no lo sabían pero el arma más eficaz para esta guerra no iban a ser los grandes buques de batalla con enormes armas sino los portaaviones y aun habiendo sumado una enorme flota de seis portaaviones principales los japoneses no habían podido dar con los portaaviones norteamericanos.

De hecho, Pearl Harbour no fue invadida por la infantería nipona porque justamente no habían podido dar con esta otra mitad de la flota, el riesgo era demasiado grande.

Pero aquí es donde la doctrina empezó a fallar, al menos la parte en la que creían fervientemente que los norteamericanos iban a dejar la lucha luego del fortísimo golpe que habían recibido. EEUU tenía la capacidad industrial de producir lo que el Japón de ese momento no podía ni soñar y fue lo que efectivamente terminó sucediendo.

Hay varias claves para entender la falla de la doctrina japonesa, primero que nada que a diferencia de los nipones los norteamericanos no tenían pensado tomar TODAS las islas que los japoneses habían conquistado, sólo necesitaban aquellas que le permitieran tener bases aéreas para dirigir sus ataques. Esto le impidió al Imperio Japonés encontrarse con una sola flota para la batalla definitiva y hubo de tener que mantener su propia flota en modo defensivo y dispersa.

Cada batalla le quitaba pilotos y barcos, almirantes como el brillante Isoroku Yamamoto estaban en contra de la doctrina a favor de los grandes buques y promovía, con razón, la de los portaaviones.

La Batalla de Midway dejó en claro cómo estaba cambiando el mundo, los aviones habían decidido la contienda y las armas grandes en barcos grandes tan sólo se habían quedado a recibir disparos, no hubo encuentro entre barcos de semejante porte en dicha batalla.



Los norteamericanos tenían una doctrina similar pero luego de Midway estaba claro que el foco estaría pura y exclusivamente en los portaaviones con el resto de la flota como soporte. El brazo de la aviación podía extenderse mucho más y la capacidad industrial podría suplir cualquier falencia. Tenían razón. Lo que Japón no había contemplado es que la guerra rápida planteada en Kantai Kessen se había perdido antes de empezar, ahora comenzaba una guerra de desgaste para la que no tenían capacidad.

Otro factor se sumaba a la falla del plan maestro y es que por la misma naturaleza de su doctrina era imposible cubrir todos los frentes al mismo tiempo, si se dedicaba tanto esfuerzo a una marina implacable y se la disponía para la batalla final no se cubrían las rutas marítimas que abastecían al imperio. Este fue tal vez el punto más débil de toda la estrategia.

Para la batalla de las Islas Salomón la doctrina había girado hacia los portaaviones y poniendo a pequeños destructores al frente para dar aviso de cualquier ataque, esto ofendía notablemente a los almirantes que sostenían a los buques de gran porte como la punta de lanza pero el cambio era inevitable

Para cuando se dieron las batallas en Rabaul la reconstituida fuerza naval aérea japonesa fue utilizada en estas invasiones y volvió a diezmarse por lo que la ventaja de los EEUU se notó en Saipán y las Marianas, todo esto llevando a lo que sería la gran batalla final: La batalla del Mar de las Filipinas.

La Marina Imperial Japonesa sufrió la peor de sus derrotas, peor aun que la de Midway, porque se acabó la posibilidad de una batalla decisiva. Comprometieron cinco portaaviones de flota, cuatro livianos, 11 cruceros pesados, 31 destructores y más navíos además de 24 submarinos.

Los EEUU por su parte ofrecieron batalla con siete portaaviones de flota, ocho livianos y tres veces más destructores. Para el final de la batalla tres de los mejores portaaviones japoneses se iban a pique perdiendo además más de 600 aviones en batalla contra apenas 120 de sus rivales.

Era imposible remontar la guerra y lograr un Kantai Kessen con los buques, muchas armas pero totalmente indefensos ante los aviones enemigos, pero lo volvieron a intentar en la suicida Batalla del Golfo de Leyte donde comprometieron todo lo que les quedaba perdiéndolo al punto de ser la batalla donde se utilizaron Kamikazes por primera vez de forma organizada.

El ridículo intento final fue la operación Ten-Go que sólo sirvió para masacrar a los últimos marinos japoneses que quedaban y al gran Yamato al fondo del mar. La era de las batallas de buques había terminado, la flota suicida había sido destruida por aviones y Japón había demostrado que no le importaba nada más que suicidarse, estaban dispuestos a enviar a sus propias tripulaciones a una muerte segura con tal de no rendirse.

La desesperada búsqueda por la "batalla final" no sirvió más que para retrasar cualquier posibilidad de victoria táctica japonesa, comprometiendo a la flota en batallas inútiles o conservándola en la retaguardia cuando debía ser utilizada en combate. Dejando estacionadas miles de tropas en islas inútiles y no pudiendo ver que el arte de la guerra había evolucionado, ya no era 1905, era 1945 donde una sola batalla jamás podría vencer a una nación industrializada

explosión final del Yamato

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Comentarios

  • gorlok     19/06/2019 - 10:56:21

    Siempre me atrapan estas notas.

    Fijate sólo un detalle, que se filtró un ; return false;"> por ahí.

  • Cattel     19/06/2019 - 15:50:47

    La desesperada búsqueda por la "batalla final" no sirvió más que para retrasar cualquier posibilidad de victoria táctica japonesa...


    No se si habrán aprendido algo, en el animé en general todo se define con una gran batalla final (que termina con casi todos muertos). Que lo fríamente táctico no nos quite lo épico!

  • José Zanni     21/06/2019 - 15:03:57

    Muy buen historia!

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