Paz en nochebuena para los soldados hambrientos

La batalla de las Ardenas (Bulge) fue la última gran ofensiva del ejército Nazi durante la Segunda Guerra Mundial pero hoy no voy a hablarles precisamente de Guerra aunque la historia que les voy a contar se dio justamente durante esta contienda.

Los alemanes atacaron con todo lo que pudieron el 16 de Diciembre, al comienzo del invierno, y pronto sorprendieron a los aliados pero, al mismo tiempo, estaban agotando todas sus reservas, combustible, últimos hombres y municiones, con el único fin de lograr algún armisticio con los aliados para poder frenar a los soviéticos del otro lado, en el frente oriental, ya sea por sumatoria de fuerzas o un milagro.

Pero los milagros no existen y mes y medio después todo el esfuerzo sería en vano, lo que contaré, en cambio, es uno de esos pequeños momentos de paz durante un enfrentamiento de tal magnitud y justamente durante la noche buena, porque por eso sale este post hoy Guiño

Usualmente la relación Navidad-Guerra-Tregua nos recuerda al caso del primer invierno durante la Primera Guerra Mundial donde las tropas rivales se juntaron para brindar, saludarse y hasta jugar un rato a las cartas. Los generales, ofuscados, prohibieron cualquier otra confraternización con el enemigo así que para 1915 a 1918 no se volvió a repetir. Durante la Segunda Guerra tampoco hubo permisos semejantes pero tampoco los contendientes los buscaban.

En la nochebuena de 1944 tres soldados norteamericanos se habían perdido en el bosque de las Ardenas luego de los intensos ataques germanos y no encontraban el camino a sus propias filas. Tres días caminaron sin saber a dónde ir y con uno de ellos herido hasta que dieron con una pequeña cabaña entre los árboles.

En esta modesta casa vivían Elisabeth Vincken y su hijo de 12 años, Fritz, quienes se habían ido de Aachen luego de que su casa y panadería que llevaba 88 años allí fuera bombardeada por los aliados. Hubert, el marido de Elisabeth, seguía en Aachen trabajando allí y los visitaba en la cabaña cuando podía, cada tres o cuatro días, para llevarles algo de comida viajando en bicicleta por el bosque. Más allá de esto vivían realmente aislados.

Cuando los soldados se aproximaron a la cabaña la señora Vincken escuchó voces y apagó la vela que tenían sobre la mesa y, con miedo, esperaron a ver qué sucedía. Los soldados llamaron a la puerta.

Hablaban un extraño idioma pero con señas le mostraron a su compañero herido en la pierna esperando sentado en la nieve, Elisabeth tomó una simple y humana decisión: dejarlos pasar. Los sentó en el lugar y le ordenó a Fritz "Trae seis papas más del granero", además de ordenarle matar al gallo llamado "Hermann" que se llamaba así en "honor" al Oberbefehlshaber der Luftwaffe Hermann Göring, del cual la señora Vincken no tenía precisamente en alta estima.

Como era de esperar ni los americanos sabían palabra alguna de alemán ni los Vincken podían hablar inglés, pero con un poco de francés y señas pudieron entenderse. Mientras el gallo se cocinaba al horno y esperaban al señor Hubert la puerta volvió a sonar y pensaron que probablemente serían más soldados americanos perdidos en el bosque.

Para su sorpresa habían llegado a la casa cuatro soldados... alemanes... No era precisamente lo ideal considerando que por haber alojado y cuidado a soldados americanos les correspondía a los Vincken un fusilamiento inmediato, pero Elisabeth se llevó a los soldados afuera, eran un cabo y tres soldados, hambrientos, muertos de frío.

Allí les explicó que eran bienvenidos a su casa pero que había otros tres "invitados" que obviamente no iban a ser considerados por éstos amigos, cuando el cabo preguntó si eran americanos Elisabeth asintió. Le contó la situación, que eran tres y uno de ellos herido, y el cabo dubitativo terminó expresando:

“Es ist Heiligabend und hier wird nicht geschossen.”
- Es nochebuena y no habrá disparos aquí -

Elisabeth les pidió que dejaran sus armas afuera, como había hecho con los americanos y luego pasaron a la casa. Las miradas fueron frías, profundas y cortantes... hasta que el olor al pollo asado cambió la expresión de todos.

Poco a poco la tensión fue dando paso a otro tipo de actitudes, los alemanes ofrecieron una bota con vino y un poco de pan, uno de ellos, estudiante de medicina, atendió la pierna herida del americano, sabía algo de inglés como para explicar que la pierna no se había infectado gracias al frío, pero que había perdido mucha sangre.

Los americanos ofrecieron café instantáneo y para cuando el pollo estuvo listo ya estaban todos de otro humor para comenzar a comer, en ese momento Elisabeth rezó unas plegarias y volvieron todos a ser chicos, obligados por sus mayores a pelear en una guerra que no entendían, sufriendo frío y calamidades inimaginables pero ahora volvían a ser niños.

Al día siguiente se despidieron, se saludaron y tomaron direcciones opuestas para nunca volver a verse, tanto Fritz como Elisabeth sobrevivieron a la guerra y ella falleció en 1960. Fritz emigró a los EEUU y se fue a vivir a Hawaii, allí se casó y fundó una pizzería y por años trató de dar con aquellos jóvenes soldados que él había tenido la fortuna de conocer en tal extraño día.

En 1985 el presidente de aquel entonces, Ronald Reagan, en un discurso en Alemania mencionó la historia pero aun así ninguno de los participantes parecía estar con vida, probablemente todos habían muerto durante el mes siguiente de batalla que siguió en las Ardenas.

En 1995 fue el programa Unsolved Mysteries el cual recogió la historia y en un asilo de Maryland un enfermero escuchó el recuento de Fritz que coincidía exactamente con la historia que contaba un anciano que él atendía.

Era Ralph Blank, uno de los soldados de aquella noche, todavía conservaba el mapa y una brújula que le había dado uno de los soldados alemanes para que pudieran orientarse, cuando se encontraron en 1996 le dijo a Fritz "Tu madre salvó mi vida".

Fritz Vincken logró contactar a otro de los americanos pero a ninguno de los alemanes, probablemente muertos para ese entonces o durante el último año de la guerra, falleció en 2002. Ese año, para la navidad de 2002, se estrenó un film para TV en honor a esta historia: Silent Night, con Linda Hamilton que tal vez si la vieron creerán que es otra cursi historia navideña (y algo exagerada para darle emoción Hollywoodense) y no una basada en un pequeño momento de la realidad.

 

Feliz navidad a todos!

 

Más detalles 1, 2, 3, 4, 5

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Comentarios

  • José Zanni     24/12/2018 - 12:49:04

    Joder... que historia... :O

  • Lucas     24/12/2018 - 15:01:08

    Hola Fabio, creo que hay un error, en la parte que dice "no se había gracias al frío", por la mitad del artículo. Que de hecho está muy bueno, no conocía la historia.

  • Pablo     24/12/2018 - 15:27:45

    Nah que buena historia , excelente posteo. Felices diestas Fabio y a tu flia blogera.

  • Cattel     24/12/2018 - 16:38:53

    Buenísimo. Dudo que la película supere al post, así que me quedo con esta versión!

  • Hugo     25/12/2018 - 11:22:07

    Muy buena, una pequeña historia dentro de la gran historia. Concido con Cattel que la película no debe hacer justicia al post, que llegó a emocionarme mientras se lo leía en voz alta a mi mujer.

  • MaC     27/12/2018 - 16:02:04

    Joyeux Noel se llama la pelicula que retrata la historia de la primera guerra

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